Por: Alberto José Pérez
Es larga la lista, son poemas de belleza particular, deliciosos, poemas creados libres de las modas y aires académicos de escuelas de Letras, aunque todos ellos son o fueron gente de academia, paso y gano, diría un jugador de ajilei. Sus autores son cantores apasionados de lo que amaron o aman, en el dolor o la dicha gloriosa de una mirada, en una edad o un viaje, o en las pequeñas y fabulosas historias de los pueblos, o en el silencioso andar de la muerte tras el hombre.
Los autores que vienen a mi mente en este instante son de mi más alto afecto intelectual y personal, son poetas que han tejido una poesía de un universo emocional, único. Eso sí, de per les diferentes, territorios de mucha belleza verbal, en cada paso ciudadano de sus huellas, como llama en la oscuridad que señala tesoros, he aquí un ejemplo:
MI BICICLETA ES UN BARCO QUE RUEDA SOBRE EL AGUA*
Yo tuve un barco bicicleta
Con una chimenea alta de cielo
Y una larga sirena
Que aullaba por las tardes en los viñedos
Surqué el mar
Con mi bicicleta
Mi bicicleta volaba de cresta en cresta
De espuma en espuma
Como un rayo de agua
En el baúl de mi barco bicicleta
Van todos los muertos
Los que no lloran
Y los callados
No pierde forma
Ni compostura
Acomoda por igual a fantasmas
Siluetas y cantantes
Mi barco es un barco que rueda sobre el agua.
*Cósimo Mandrillo
(De la muerte y otros regazos)
Pareciera el objeto más entrañable de un niño
cuando ya el horizonte no es el que miraba des-
de la ventana de la casa, en la tierra del mundo
nativo, así lo asumo y lo disfruto. Pero también
las ciudades, en especial la Mérida de Venezuela,
anida su arquitectura, su aire, su serranía, su paisaje humano, en el corazón de un poeta:
ESTA CIUDAD DONDE HABITO*
Alarifes de tus palabras contemplativas,
oidores de las voces sugestivas del entorno
te asentaron.
La señal de los altos riscos, la idea
Asumieron.
Prestaron del beato iris sus claros colores.
Sin estridencia,
los juglares.
Recuerdan los ritmos de tus ventiscas
Sus hadas.
Ciudad, tus poetas te hicieron.
Fulges por ello siempre con tu rostro de luna,
resplandeces estoica en el verdor de tu reino,
aún.
*Lubio Cardozo
(Mérida, una ciudad hecha de poesía)
El río también se muestra en la palabra del poe-
ta, mágico en su mundo de conquistas, en su paso
“al morir”:
EN LA BRUMA*
Las piedras se suavizan cuando las rozas con tu cuerpo
/memorioso y frágil
Larga serpiente que atraviesa la montaña del caracol dulce.
*Fidel Flores
(Papeles del río)
El poeta que viene ahora es de la edad media y
su nombre está fresco, todavía, en la memoria del
mundo, aquí lo traigo, genial en su poética, cuando
le canta a Doña Endrina, El Arcipreste de Hita:
¡Ay Dios, e cuan fermosa viene Doña Endrina por la plaza!
¡qué talle, qué donaire, qué alto cuello de garza!
¡qué cabellos, qué boquilla, qué color, qué buen andanza!
Con saetas de amor ere cuando los sus ojos alza.
Hay, en estos poetas, mis poetas, gran variedad de cantos, deliciosos, estos que hoy comparto, los gozo en voz alta en mi reino de este mundo, mi casa. No se me queda fuera de mis alforjas, el dolor, cuyo mejor retrato es aquel “tanto que te lo dije Susy” de mi admirado poeta y hermano, Pedro Parayma.