El pensar más profundo sólo lo posee la poesía. Allí donde no alcanza la ciencia la lírica si toca esas puertas aunque a veces por lo menos abren los postigos. Martín Heidegger después de publicar más de setenta enjundiosos libros de un novedoso meditar aportativo a las filosofías de Platón, Aristóteles, Kant, vislumbró la impotencia de la desnuda inteligencia lógica –llámese metafísica, matemática, química, física- para entrar en los predios de los nuevos misterios epocales, únicamente la poesía – así lo entendió- se encarama en las broncíneas murallas del cielo. En los últimos años de su vida Martín Heidegger se enclaustró en los espacios de la poesía.
La alegría de tu infancia en buena medida el río te la permitió en medio de sus cálidas luminosas ondas conociste un claro de la felicidad, en las orillas tal vez había matas de bora con sus espléndidas flores violáceas. En aquellos momentos, en aquellos lugares se formó la metáfora; durmió ésta algunos años en ese aposento del espíritu llamado el memorar, para tiempo después reverdecer en tu formidable poema.
En el piso académico del pensamiento literario contemporáneo, erudito, ninguna de sus lumbreras deambulantes por esos monasterios con dichas “metodologías” sofistiqueras podría abrir el cofre de esos dos profundos versos tuyos. Yo ni de vaina tomaría esos pasadizos, solicité si la ayuda de la única amada quien nunca me ha abandonado (ni traicionado), la fiel, la poesía.
En tus manos, pues, mi poema –hijo del tuyo- dejo. Tu viejo lector.
Lubio
Lubio Cardozo
POEMA EN TORNO A DOS VERSOS DE UN TROVADOR AMIGO
“Habito en la flor de bora
Del río de mi vida”…
Alberto José Pérez, Un poeta como yo (2006.p.23).
Risa dulcemente alborozada del agua
la flor de bora.
Ventana ésta donde el alterno Sol reina.
Regocijante saeta al error de la mesticia arrojada.
Más allá de la alegría
escintilante lontananza equívoca.
Percibese su retumbo en el extravío onírico del alma.
Camino de aguas lustrales escondido anhelo.
Las arrosetadas hojas de la bora
el pálido violeta de los párpados de sus corolas
anuncian los transparentes campos del retorno a la inocencia
jamás hallables.
El trovador a la morada de la flor de bora
por las luminosas ondas cálidas
nunca sus pasos desanda.
Sólo un poeta
de recóndita tristeza armado
en su canción diría
“Habito en la flor de bora
Del río de mi vida”…
Alberto José Pérez, su obra poética y crónicas de libros